El bienio 2020-21 fue una oportunidad de oro, con la colaboración del Partido Comunista Chino (PCC), para uno de los mayores ensayos sobre la sociedad, bajo el pretexto de “cuidarnos”, de evitar “muertes” a consecuencia del patógeno conocido como COVID-19.
Sabemos que fue el momento en el que se pensó en acostumbrar a los ciudadanos a restringirles la salida del domicilio o del barrio, a monitorizar sus tratamientos médicos y a dar cuenta, en ocasiones, de su geoposicionamiento.
De igual forma, nos consta que bajo un “apocalipsis climático”, que se ha convertido en una “falsa religión” dentro de las creencias infundadas por la Revolución, se están dando nuevas ideas para el intervencionismo y planificación económica.
El caso es que, desde 2020, se está hablando más de los llamados ODS y del Gran Reseteo. Es, por suerte, el momento en el que más gente es consciente de los planes problemáticos del Estado Único Global, ateo, materialista, deicida y socialista.
La libertad de circulación se verá seriamente afectada, como se ha dicho antes. ¿Cuál es la razón? Antes de nada, digamos que la propiedad privada se va a ver afectada -incluso la privacidad, que no es un derecho aparte, sino intrínseco a la propiedad.
Puestos a explicarlo, es cierto que hay muchas maneras. Pero quizá, en este caso, la más factible consista en una serie de ejemplos concretos de diversa índole, que ayuden también a una puesta en contexto.
Cuando uno opte en desplazarse por su área urbana, puede que tenga que “fichar” para entrar en un área determinada o que abstenerse de utilizar su vehículo “por ser demasiado contaminante”.
Los peatones se verán engañados. Se venderá que “la guerra al coche” mejorará la seguridad vial. Pero no es así. Es un criterio de ordenación urbana que no piensa en la eficiencia económica y del sector servicios, sino en abstracciones ideológicas.
Si lo estima el burócrata de turno, uno no podrá salir a dar un paseo durante determinadas horas, días o semanas. Habrá una “excusa apocalíptica”, pero no es porque haya incumplido el principio de no agresión o perturbado la paz pública.
Cuando uno quiera tener más dinero en metálico, lo tendrá más difícil. Muchos cajeros restringen tanto el tipo como la cantidad de billetes que se pueden sacar (de hecho, puede que algunos ya no se impriman en un futuro).
Si uno quiere viajar pero “ha incumplido” o puede “incumplir” unas falsas normas estatales, siguiendo el código del crédito social chino, tendrá que fastidiarse, aunque no haya obrado mal en su día a día.
Cada vez habrá menos margen para la privada gestión de activos financieros, viéndose el ahorro, la inversión y el gasto constantemente estrangulados por los impuestos y otras reglas burocráticas.
Pese a que el mundo está, para bien, más globalizado, no parece que estén todos de acuerdo en fomentar, sin aranceles, de manera espontánea, el libre intercambio de bienes y servicios entre distintos puntos del orbe.
Entes como las grandes corporaciones bancarias y tecnológicas y los problemáticos Estados modernos tratarán de monitorizar al ciudadano en la medida de lo posible, incrementando todo lo posible sus volúmenes de datos a analizar.
Como se ha dicho antes, hablamos de meros ejemplos. Pero, en cualquier caso, son estrategias y posibles colaboraciones que buscan acabar con la libertad, la propiedad, la sociedad orgánica y el fuero interno que corresponde a cada individuo.
Estamos ante una nueva fase del socialismo. Se está avanzando hacia un Estado Único y se piensa en nuevas formas para anular completamente al individuo, intentando explotar al máximo ciertas colaboraciones así como ciertas ventajas de los nuevos desarrollos tecnológicos.
La esclavitud sigue existiendo, y su principal responsable es ese socialismo que solo es posible mediante la existencia de un Estado. De todos modos, que no se pierda la esperanza, porque el Mal (revolucionario, colectivista y demoníaco) acabará perdiendo.