La Torre de Babel y su semejanza con el Gobierno de Colombia
Eugenio Trujillo Villegas
Uno de los pasajes que más impactan del Antiguo Testamento es el de la Torre de Babel, que quiere decir Torre de Confusión. El relato bíblico no podría hacer una descripción más adecuada con los tiempos que vivimos en Colombia, en donde todos los días los funcionarios del Gobierno anuncian chifladuras y disparates sin nombre, con la petulancia de quien se cree sabio y sensato.
Es por eso que todos y cada uno de los anuncios del actual Gobierno nos recuerdan la mítica y legendaria Torre de Babel.
“Vamos a edificar una ciudad y una torre, cuya cumbre llegue hasta el cielo, y hagamos célebre nuestro nombre… Y descendió el Señor a ver la ciudad y la torre, que edificaban los hijos de Adán… Y dijo: he aquí, el pueblo es uno solo, y todos tienen un mismo lenguaje; y han empezado esta fábrica, ni desistirán de sus ideas, hasta llevarlas al cabo… Ea, pues, descendamos y confundamos allí mismo su lengua, de manera que el uno no entienda el habla del otro. Y de esta suerte los esparció el Señor desde aquel lugar por todas las tierras, y cesaron de edificar la ciudad. De donde se le dio a esta el nombre de Babel, o confusión, porque allí fue confundido el lenguaje de toda la tierra. (Génesis, XI, 4-9).
Los intérpretes católicos de la Biblia afirman con gran acierto que el principal elemento de confusión no fue que estas gentes comenzaran a hablar lenguas distintas, pues en todas las épocas los hombres se han entendido por señas y gestos. La principal razón de esa espantosa confusión fue que Dios hizo que cada uno de ellos comenzara a desear cosas diferentes, creando rencores y odios irreconciliables, de tal forma que el proyecto de construir la torre que llegaría al cielo fue imposible de ejecutar.
Llegó la hora de erradicar la indolencia
Colombia será, según ellos, una “potencia de la vida”, en donde viviremos en una “paz total”, donde desaparecerán los ricos, y donde los pobres serán los nuevos bienaventurados que recibirán subsidios del Estado a manos llenas. Todo esto mientras se expropia el dinero privado que existe, que durante décadas ha sido creado juiciosamente por los únicos que saben producirlo, que son los empresarios. Y también mientras se acaba el dinero público, que también ha sido creado por los empresarios y trasladado al Estado por la vía de los impuestos, que a pesar de la inmensa corrupción que padecemos se ha administrado en forma más o menos juiciosa.
Cuando está por finalizar este fatídico año 2022, solo nos queda pedir que el Señor “descienda” de nuevo de los cielos, y salve a Colombia de esta banda de incompetentes, de locos y de borrachos, que contra todas las evidencias de la historia, pretenden ejecutar lo que siempre ha sido un absoluto fracaso.
Esto es, imponer el socialismo, gobernar con lo peor de la sociedad, entregar el manejo de los recursos del Estado a los más grandes ladrones, y destruir a los empresarios que han construido el País.
Y mientras esto acontece, para peor desgracia de nuestra Patria, los colombianos de bien duermen despreocupadamente y no hacen nada para evitar la tragedia anunciada. Todos los supuestos líderes, tanto religiosos como empresariales, sin excepción alguna, parecen disfrutar el viaje de este navío donde todos los tripulantes están en desacuerdo, se comportan como si estuvieran borrachos y ninguno sabe cuál es el puerto de destino.
En esta perspectiva perversa, es inútil desear a mis lectores un feliz año, lleno de paz y prosperidad, que no van a tener por ningún motivo si las cosas siguen así. Es preferible desearles valor, heroísmo y entereza para defender la Patria que está a punto de desaparecer, demolida por sus peores enemigos.
Que el próximo año, el Sagrado Corazón de Jesús, el verdadero patrono de Colombia, nos salve de la hecatombe.