¡Despierta Cali! ¿Por qué parecéis dormir?

Eugenio Trujillo Villegas

Cali no es hoy ni la sombra de lo que fue en el pasado. Una de las ciudades más prósperas y hermosas de Colombia, gobernada por una clase dirigente visionaria y emprendedora, en donde convivían con armonía las diferentes razas y estratos sociales.

En el siglo pasado la ciudad creció en forma exponencial, convirtiéndose en la capital agrícola y en la segunda ciudad cosmopolita de Colombia, pues se transformó en un enorme emporio industrial y azucarero. Los caleños raizales recibieron de brazos abiertos a los patriarcas antioqueños y del viejo Caldas que llegaron a crear empresas y a impulsar el desarrollo de la región. Igualmente llegaron inmigrantes de Nariño, del Cauca y del litoral Pacífico, quienes nos trajeron su espléndida culinaria de pescados y mariscos.

Todos ayudaron a construir una ciudad pujante, culta y alegre, y fueron recibidos con respeto y hospitalidad. El entorno natural, privilegiado por su belleza, surcado por siete ríos, fue testigo de su crecimiento y progreso.

El papel del narcotráfico y la corrupción

Pero Cali en los últimos años se convirtió en una pesadilla. El narcotráfico destruyó el entramado social, se apoderó de los más importantes negocios, desplazó a las personas honradas e impuso un nuevo estilo de vida y de cultura.

Irrumpieron las bandas criminales sembrando el terror y Cali se convirtió en la capital del sicariato. Es de lejos la ciudad de Colombia donde se cometen más homicidios y una de las más violentas del mundo. En el 2022 esa cifra escalofriante llegó a 982 asesinatos, de los cuales 767 fueron perpetrados con armas de fuego, todas ellas ilegales. El índice de asesinatos fue de 26 por cada 100.000 habitantes, unas 6 veces más que el promedio mundial, y el doble de Bogotá y Medellín. ¡Y eso que los homicidios han venido disminuyendo en los últimos años!

Pero hay algo peor. Desde que en 1988 se instauró la elección popular de alcaldes, Cali ha tenido 14. Muy pocos lo han hecho bien, pero la realidad es que la mayoría de ellos han sido una vergüenza para la ciudad. Pero la peor desgracia es que hace 3 años fue elegido un alcalde que es la personificación de todos los vicios y corruptelas, que ha instalado una verdadera mafia que desfalca el erario público a la vista de todos, sin vergüenza y sin pudor alguno.

Según un estudio de la Procuraduría, hasta septiembre de 2022 esta administración ejecutó 75.509 contratos otorgados a dedo y sin licitación pública, por valor de $2,8 billones de pesos (800 millones de dólares). Además, se solicitaron créditos bancarios por $650.000 millones de pesos (160 millones de dólares), sin definir qué proyectos se financiarán con ese dinero. (Cfr. El País, septiembre 22 de 2022). Eso indica la falta de transparencia con que se administra el dinero público.

Durante este fatídico gobierno no se ha construido una sola vía para solucionar los gravísimos problemas de movilidad. El transporte público está a punto de colapsar por su pésima administración, mientras que prolifera el transporte informal. Tampoco se ha construido ningún puente, ninguna escuela, y ningún hospital. Ni siquiera se ve una cuadrilla de obreros reparando las destartaladas calles, indignas de una ciudad que alguna vez fue un ejemplo de progreso y civismo.

Los organismos de control no existen en Cali

La gente honesta, que obviamente es mayoría, se pregunta con perplejidad e indignación en qué mundo viven los organismos de control del Estado, que no ven la tragedia de Cali, ni hacen nada para enfrentarla.

¡La realidad es que no existen! ¡No hacen absolutamente nada! ¡A Cali y al Valle del Cauca se los roban de frente, a la vista de todos!

Eso es peor que el daño que hacen los corruptos. La indolencia, la pasividad y la complicidad de los encargados de perseguir la corrupción y de castigar ejemplarmente a los culpables, es la principal responsable de la tragedia en que estamos. Las brumas de Bogotá, al parecer no permiten escuchar el clamor de los casi 3 millones de habitantes de Cali, que exigen a esos organismos el cumplimiento de su deber constitucional, de tal forma que desmantelen la siniestra banda criminal que se roba el dinero, la honra, los sueños y el futuro de una de las ciudades más importantes de Colombia.

¿Alguien ha visto a la Procuradora en Cali? Ella es quien debería liderar las investigaciones. Ha recibido personalmente centenas o miles de denuncias de los robos y desfalcos, con copias de los contratos fraudulentos, con los nombres de los responsables, con la descripción pormenorizada de los hechos delictivos.

Todos los detalles han sido publicados en los periódicos y en los noticieros de TV con profusión de detalles, pero no hay ningún resultado, ninguna sanción, ni avanza ninguna investigación. Lo mismo se puede decir del Fiscal y del Contralor, quienes también conocen los hechos pero tampoco hacen nada.

¡Cali es hoy una ciudad abandonada! El progreso desapareció, la ciudad está en decadencia, las avenidas están llenas de huecos, los andenes destrozados y los parques abandonados. Se viven días de decepción y de pesimismo, que congelan las inversiones y el desarrollo, aumentando los problemas sociales. Ciudades como Barranquilla, Bucaramanga, Pereira y Manizales, nos superan ampliamente en pujanza y en planes de desarrollo.

Lo que sí prolifera en Cali son los sicarios motorizados y las bandas criminales, que son más de 200, que asesinan y asaltan a plena luz del día. Son los verdaderos amos de la ciudad, mientras que la gente de bien se esconde, temerosa de salir a las calles.

Hay que elegir un alcalde decente

¡Esta tragedia solo tiene una solución! Consiste en elegir un alcalde, hombre o mujer, que sepa interpretar ese sentimiento del honor, de la honradez y de la dignidad que han desaparecido. Es lo único que nos devolverá la pujanza y el progreso, para que Cali vuelva a ser la ciudad que siempre fue.

La persona escogida tiene que tener el valor de enfrentar con radicalidad y sin tolerancia alguna a los corruptos que nos han conducido al caos y a la ignominia en que vivimos. Y también hay que elegir a un Concejo Municipal decente, y no lo que tenemos ahora, que participa de todas las corruptelas.

Llegó la hora de recuperar a Cali, de arrebatársela a los corruptos, a los vándalos y a los sicarios que son los que ahora mandan, para devolverle el poder y la autoridad a la gente honesta. Eso se ha hecho en muchos lugares del mundo, que llegaron a situaciones peores que las de Cali.

Nunca es tarde para reconstruir lo que se ha derribado, ni para regresar al camino correcto. Si a pesar de las evidencias elegimos de nuevo a un alcalde igual o peor al que tenemos, no busquemos a los culpables en otras latitudes, porque la responsabilidad es únicamente nuestra y de nadie más.