El proceso de paz con el eln: fracaso anunciado y nueva burla al país

Eugenio Trujillo Villegas

Colombia se convirtió en la única nación en la historia de la humanidad que considera que la paz se consigue claudicando, indultando, premiando y entregándole el País a los criminales que la destruyen.

Esta estupidez no ha sido adoptada como política de gobierno por ninguna nación, en ninguna época. Pero Colombia, en contra de todas las evidencias, lleva más de 40 años insistiendo en la misma fórmula irracional, con el aplauso incondicional de los políticos, de los empresarios y de los líderes religiosos, en medio de la indiferencia desconcertante de casi toda la población.

Veamos los hechos. Esta aberrante política comenzó en 1982 durante el gobierno de Belisario Betancur, cuando se hizo el primer proceso de paz con las FARC y el M-19, en el cual se indultaron y se les concedió estatus político a unos 300 terroristas que estaban presos.

El M-19 se toma el Palacio de Justicia

No habían pasado 2 años de esa colosal payasada, cuando el M-19 decidió fusilar esa “paz”, que en realidad no había existido, y se tomó a sangre y fuego el Palacio de Justicia de Bogotá en 1985, asesinando a más de 100 personas. Entre ellas, a 13 de los 24 magistrados de la Corte Suprema de Justicia que les habían concedido el indulto. Entraron a sus despachos armados de ametralladoras para masacrarlos y después incendiar el edificio, que ardió como una antorcha durante varios días. Un crimen inmenso, cuya lúgubre luz aun ilumina la historia reciente de Colombia.

Entre 1986 y 1990, el presidente Virgilio Barco continuó el proceso de falsa “pacificación”, permitiendo el fortalecimiento de las FARC y del M-19, en medio del estupor mundial por lo sucedido.

Entre 1990 y 1994 le tocó el turno a César Gaviria. Durante su gobierno, Pablo Escobar, el terrorista más famoso del mundo, el mismo que ordenó la toma del Palacio de Justicia, decidió hacer la “paz” con el Gobierno y se entregó a la justicia, pero con la condición de vivir en una lujosa “cárcel” construida y vigilada por él mismo. Como era de esperarse, allí instaló el comando de sus operaciones criminales, que incluía negocios de narcotráfico, terrorismo, brujería, sicariato y orgías. Ordenó secuestrar a varios de sus secuaces y llevarlos a la mansión disfrazada de cárcel por el Gobierno, para “juzgarlos” y condenarlos a muerte. Y así fue hasta el día que optó por fugarse y acabar la pantomima irracional que el presidente, el Gobierno y muchos idiotas llamaban “paz”.

El narcotráfico elige presidente de Colombia

Entre 1994 y 1998 llegó el turno de Ernesto Samper, quien ostenta la vergüenza de haber sido elegido con dinero del narcotráfico. Decidió reiniciar los diálogos con el ELN en Alemania, utilizando a un espía alemán llamado Werner Mauss, pero después se supo que era el negociador de las extorsiones y secuestros del ELN a las petroleras Britsh Petroleum y Mannesman. De nuevo se concedieron indultos para que los terroristas realizaran otro ciclo de claudicaciones en Europa, bendecidas por la Conferencia Episcopal Alemana, que prestó un monasterio para esa infamia. Otra frustración que no condujo a ninguna paz.

El gobierno de Andrés Pastrana llegó al auge de la claudicación entre 1998 y 2002. Con su negociador de paz, Camilo Gómez, entregaron a las FARC el territorio de El Caguán, un santuario de 40.000 km2, donde muy pronto las FARC instalaron verdaderos campos de concentración nazis, cercados con alambres de púas, donde fueron esclavizados centenares de secuestrados. Una candidata presidencial, varios senadores de la República, un general de la Policía, oficiales y soldados de las Fuerzas Armadas y la Policía, empresarios y campesinos, padecieron una de las mayores ignominias de nuestro tiempo, en algunos casos durante 12 años de cautiverio.

Entidades que dicen defender los Derechos Humanos como la ONU, la Cruz Roja, la Unión Europea y muchas otras, como la perversa Comisión de la Verdad del Padre de Roux, guardaron absoluto silencio.

Entre 2002 y 2010 gobernó Álvaro Uribe, quien combatió y derrotó casi por completo a las FARC dejándolas al borde de su extinción, a pesar de sus amistosas zalamerías con Fidel Castro, Hugo Chávez y Nicolás Maduro.

Espurio Acuerdo con las FARC y el robo del Plebiscito

Pero después llegó lo peor. Uribe colocó en la presidencia a su pupilo Juan Manuel Santos entre 2010 y 2018. Se estableció la claudicación total del País, al firmar un Acuerdo espurio con las FARC en el cual se les concedió un estatus político de co-gobierno, a pesar de que esa infamia fue rechazada en el Plebiscito de 2016. Pero no valió de nada, porque entre el expresidente Uribe, como jefe de la oposición, el Congreso de la República y la Corte Constitucional, decidieron cambiar el resultado del Plebiscito con el falso argumento de que “Colombia quería la paz”. Entonces el resultado ganador del NO, fue convertido por ellos en un , lo cual fue una enorme traición y una escandalosa violación de la Constitución.

En el Gobierno de Iván Duque, desde 2018 a 2022, una vez más se le tendió la mano al ELN, iniciando otro proceso de paz. Pero acto seguido el ELN hizo explotar un carro-bomba dentro de las instalaciones de la Policía en Bogotá, asesinando a 22 jóvenes que se preparaban para ser oficiales.

La implementación del Acuerdo con las FARC durante el gobierno de Duque trajo nefastas consecuencias para Colombia, pues condujo a la subversión marxista al poder. El País fue entrando paulatinamente en el caos, gracias a la acción coordinada de la JEP, las Altas Cortes, la Comisión de la Verdad, la tolerancia inaudita del Gobierno con las numerosas disidencias de las FARC y con el terrorismo desatado por el ELN en todo el territorio nacional. La falta de acción del Gobierno y su complicidad con el fraude en las elecciones presidenciales permitieron el triunfo del Pacto Histórico.

Este largo proceso de 40 años es una atrocidad impuesta por la clase política gobernante, en contra de los deseos del pueblo colombiano. Con la repetitiva mentira de la “paz”, se le impuso a Colombia una camisa de fuerza, tal como se hace con los locos siquiátricos. Así, todos estos gobiernos ejecutaron una política irracional, contraria al sentido común, con la finalidad de conducirnos paulatinamente hacia el marxismo.

En esta perspectiva comienza un nuevo proceso de paz con el ELN. La respuesta de los terroristas es la misma de siempre, asesinando soldados, paralizando el País, exigiendo más concesiones y sembrando el terror por toda Colombia. Nos preguntamos hasta cuándo nuestros gobernantes mantendrán esta farsa, porque después de 40 años de fracasos está plenamente demostrado que no conduce hacia la paz verdadera.