La Fábula de la Paz Total

Eugenio Trujillo Villegas

El famoso autor de cuentos para niños, Hans Christian Andersen, por los años 1830 escribió una fábula que se ha mantenido vigente hasta nuestros días. Su verdadero nombre es El traje nuevo del emperador, pero es más conocida con el nombre de El rey desnudo, por la obvia razón del desenlace de la historia.

Cuenta la fábula que un día llegaron a un reino un par de ladrones charlatanes que se hicieron pasar por sastres de la más alta calidad. Se presentaron ante el rey y le prometieron confeccionar el más fabuloso traje, bordado con hilos de oro y plata y confeccionado con los más finos tejidos.

Los charlatanes lograron convencer al rey con sus habladurías, quien mandó comprar todo lo que pedían para confeccionar el traje. Se encerraron entonces durante varios días en un lugar donde nadie podía verlos, dedicados a confeccionar el lujoso encargo.

El rey está desnudo

El día que el rey se lo probó, los charlatanes le dijeron que el traje sólo podría ser visto por aquellos que eran hijos de quien decían había sido su padre. Y si no lo eran, no podrían verlo. Vistió entonces el rey su nuevo traje, y como se veía desnudo, se hizo entonces el que sí lo veía, no fuera que la gente pensara que no era el hijo de su padre.

Cuando apareció en la ceremonia para la cual había sido confeccionado el traje, pues todos con asombro lo veían desnudo, pero nadie se atrevía a decir nada. Hasta que un niño gritó con todas sus fuerzas: el rey está desnudo. Entonces todos se dieron cuenta del engaño, pero los charlatanes ya habían desaparecido, robándose las joyas y tejidos que el rey había comprado para hacer el traje.

Pues bien, así mismo es la fábula de la paz total, que Petro y sus negociadores nos quieren imponer. Nos dicen desde el gobierno que la paz total es una realidad, pero hay que verla con los ojos iluminados de los que supuestamente entienden la realidad de Colombia. Según ellos, los que vemos masacres, asesinatos, secuestros y atentados terroristas por todas partes, no entendemos nada de lo que pasa. Pues para alcanzar la paz es necesario saber que ésta tiene varias etapas, que ya están en avanzado estado de ejecución. Veamos entonces algunas de ellas.

La imposición de una “paz” irracional

Lo primero es que deben salir de las cárceles todos los criminales que allí se encuentran, sin importar si han asesinado, secuestrado o extorsionado a una o a mil personas. Además, se modifica el Código Penal, para que lo que se establece como delito, deje de serlo. Después, es necesario fijarle a cada uno de ellos un salario mensual de un millón de pesos (US $250), para que con ese estímulo dejen de delinquir. Y acto seguido se los nombra “gestores de paz”.

Simultáneamente, se ordena a las Fuerzas Armadas que dejen de combatir la subversión. En las regiones más peligrosas, se exige que la policía no lleve armas para evitar la confrontación con los grupos terroristas, pues en esta fábula de paz solo está permitido que los guerrilleros maten soldados y policías, pero en ningún caso lo contrario.

Siguiendo una lógica absurda de manicomio, los grupos subversivos podrán patrullar las ciudades y pueblos con sus armas y uniformes, haciendo retenes de control en calles y carreteras cuando quieran. Y también, pueden decretar paros armados en diversas regiones del País, como el que se ha decretado ahora en todo el departamento del Chocó.

Mientras esto acontece en medio del estupor del País, los grupos subversivos armados proclaman que quieren la paz, pero que nunca van a entregar las armas, ni abandonarán sus hábitos terroristas. Pues la nueva Colombia será diseñada por ellos, para lo cual es indispensable conservar las armas, sin las cuales la gente no los tomará en serio. Y el presidente solicita a los colombianos no hablar mal de los guerrilleros, mientras que el comisionado de paz afirma que son honestos, porque siempre dicen la verdad. Si piensan matar a alguien lo anuncian con sinceridad, como buenas y educadas personas que son.

Se pacta entonces una tregua en la cual nadie los puede hostigar. Cada vez que las Fuerzas Armadas se desplacen ellos deben ser avisados, no sea que se encuentren y entonces los servidores de la Patria, que deben ir desarmados, resulten muertos en un enfrentamiento que debe evitarse, pues los guerrilleros siempre estarán armados por su propia seguridad.

Colombia se precipita en el caos

Finalmente, como es de suponer, todas las actividades legítimas de los colombianos pasarán a ser controladas por estos grupos subversivos, con el visto bueno del Gobierno y de las Fuerzas Armadas. Y para que la gente se vaya acostumbrando, las pandillas criminales que surgen como la espuma por todas partes, se van tomando lentamente las ciudades y las carreteras del País, dan órdenes a la población y asaltan a los viajeros sin que nadie los defienda.

¿Hasta cuándo Colombia soportará esta tragedia que el gobierno llama “paz total”? Pues hasta que los idiotas que ven al rey desnudo decidan hacer algo para acabar con esta farsa, que se va configurando como una de las épocas más siniestras de nuestra historia. Un país arrodillado ante la tiranía de unos sátrapas, que hablan de paz mientras organizan el magnicidio del Fiscal Barbosa, de la líder de la oposición María Fernanda Cabal, del general Zapateiro, y vaya uno a saber de cuántas personas más.

El pasado 20 de julio el presidente anunció ante el Congreso que la confrontación armada con la guerrilla está llegando a su etapa final. Aunque algunos parlamentarios le gritaron mentiroso, con toda razón, el País sigue durmiendo como si no pasara nada. A la vista de todos, Colombia y sus instituciones se desmoronan como un castillo de naipes, en medio de la más grande indiferencia de los gremios empresariales, de la Iglesia Católica y de los líderes de las regiones. No es necesario que alguien advierta que el rey está desnudo, porque eso ya lo estamos viendo todos, aunque la mayoría actúa con cobardía y no hace nada.

Estamos sumergidos en una fábula inexplicable que nos va conduciendo hacia la catástrofe. Lo único eficiente es el desmantelamiento del Estado de derecho y la entrega del País a las bandas criminales, dejando sin protección a los 50 millones de colombianos.

No se ejecuta nada, no se resuelve nada, no se construye nada, no se contrata nada, no se mejora nada. En síntesis, no se resuelve ninguno de los urgentes problemas antiguos, pero sí se crean una cantidad indecible de nuevos problemas.

¡Sencillamente, el Gobierno que tenemos sólo sabe destruir el País!