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Murió la semana pasada el exalcalde de Bogotá, Samuel Moreno Rojas. Sus andanzas deshonestas marcaron el comienzo de una época trágica en la política de Colombia, que debería dejarnos muchas enseñanzas.
Samuel Moreno fue el hombre que lo tenía todo. Pero en vez de aprovecharlo en forma legítima para el bien de su familia y del suyo, escogió el camino perverso de los hombres que se dedican al mal.
Fue nieto del General Gustavo Rojas Pinilla, presidente de Colombia entre 1953 y 1957, quien se tomó el poder a través de un golpe de Estado, para frenar la violencia y el caos que se extendían por toda la Patria. Samuel Moreno perteneció a la élite social y política más encumbrada de Bogotá.
Fue senador de la República durante tres períodos consecutivos, a partir de 1991. En su destacada carrera política llegó a la alcaldía de Bogotá en el 2007, lo cual era el paso previo para disputar después la presidencia de la República.
Pero fue allí donde comenzó la tragedia. Atragantado de ambición, de poder y de soberbia, prefirió transitar por los caminos oscuros y perversos de la corrupción. Samuel Moreno inauguró una nueva forma de gobernar, que consistía en robarse todo lo que se podía, sin medida y sin pudor alguno. Antes de él, los políticos corruptos robaban poco, para que sus trapisondas pasaran desapercibidas.
Para ello encontró a los socios adecuados. Su hermano Iván Moreno, también senador, quien pasó a articular la empresa criminal; el siniestro contratista Emilio Tapia, que ha sido protagonista de todos los grandes escándalos de corrupción de los últimos 15 años; y tres jóvenes empresarios que se habían vuelto expertos en desfalcar al Estado y que pertenecían a reconocidas familias de Barranquilla. Eran los Nule, que conseguían contratos de grandes obras públicas con el Estado, pero que en realidad no hacían ninguna, y el dinero de las obras desaparecía misteriosamente sin que nadie hiciera auditoría alguna.
Pues bien, todos ellos se convirtieron en una gran empresa criminal para desfalcar a Bogotá, en el que fue uno de los mayores escándalos de corrupción de nuestra historia. Además, para satisfacer su inmenso apetito de dinero mal habido, el alcalde creó un cartel de corrupción en cada una de las dependencias de la alcaldía, de tal forma que absolutamente todos los contratos contenían un elevado porcentaje de comisiones para el alcalde y su cuadrilla de depredadores.
Pero no contaban con que en aquella época el Procurador era Alejandro Ordóñez, y que esa entidad funcionaba como una muralla, que cumplía con el deber de perseguir a los corruptos. El Procurador comenzó a investigar el saqueo a Bogotá, pues era tan burda y escandalosa la francachela, que era imposible ocultarla. Y no tardó en suspender disciplinariamente al alcalde por tres meses y poco después lo destituyó en forma definitiva.
Las investigaciones avanzaron con rapidez. Las pruebas, las delaciones y las confesiones de los inculpados fueron abundantes y todo el entramado para desfalcar a Bogotá fue descubierto. La Fiscalía, ante semejantes evidencias, también se vio obligada a actuar y casi todos los implicados fueron condenados a muchos años de cárcel, pero los casi mil millones de dólares robados nunca se recuperaron.
El caso es que Samuel Moreno fue condenado por sus numerosos delitos a 39 años de cárcel, y desde el 2011 estuvo preso, aunque con algunos privilegios que el poder y el dinero suelen conseguir. Un hombre que tenía un futuro brillante, terminó el resto de su vida en la cárcel. Cuando buscaba los honores y el prestigio del poder, lo que obtuvo en realidad fue la ignominia para él y para su familia, que llevará por siempre el estigma del mal que hizo.
Y así murió Samuel Moreno la semana pasada a los 63 años, 12 de los cuales estuvo en la cárcel. Quiso tocar el cielo con las manos haciendo lo que ningún hombre público debería hacer, pero lo que consiguió fue arrastrar su vida hacia el infierno, llevando consigo a toda su familia. ¡Un hombre que no necesitaba robar nada, pues la vida le había dado todo!
Era el tiempo en que algunas autoridades aún perseguían a los malhechores. Pero lamentablemente eso también se acabó en Colombia y ahora las entidades que deben enfrentar a los criminales y a los corruptos, que son la Procuraduría, la Fiscalía y la Contraloría, se volvieron absolutamente inoperantes. Ahora los corruptos se pavonean por el mundo en aviones, yates y mansiones, sin que ninguna de estas entidades haga absolutamente nada para enfrentarlos. Porque ahora los corruptos son mucho más desvergonzados que Samuel Moreno, como acontece en las alcaldías de Cali, de Medellín y de muchas otras ciudades. ¡Pero no pasa nada! ¡Esos organismos no hacen nada, aunque las evidencias sean contundentes!
Triste y lúgubre lección de vida la que nos da Samuel Moreno. Nada de lo que se robó lo pudo disfrutar. Ni él ni su familia van a recuperar la honra perdida, porque eso no tiene precio. Y tampoco pudo llevarse a la vida eterna su fortuna robada. Además, sin la menor duda que allá también será juzgado con absoluta justicia, pues nada de lo que hagamos en esta vida es indiferente a Dios, que premia al justo y castiga al réprobo.
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