Las andanzas oscuras de la familia presidencial

Eugenio Trujillo Villegas

La semana pasada tuvo las características de una tormenta perfecta para el presidente Petro. Los acontecimientos desenmascaran las verdaderas intenciones del Gobierno, pues contradicen la propaganda oficial que nos habla del cambio, de gobernar para los más pobres y necesitados y de acabar con la corrupción de la clase política.

Sin embargo, lo que acaba de pasar indica que una cosa es el discurso mentiroso y populista del Pacto Histórico y otra muy diferente la realidad. Pero veamos los hechos.

El hijo del presidente, Nicolás Petro Burgos, fue denunciado por su esposa, incluyendo videos, audios y chats, comunicándose con mafiosos y contratistas del Estado para pedir sumas exorbitantes de dinero. Uno de ellos le dio $600 millones con destino a la campaña presidencial, otro le dio $400 millones, y un tercero le regaló una costosa camioneta blindada. El dinero nunca ingresó a la campaña, pues el delfín lo destinó a la compra de una lujosa mansión en Barranquilla, engañando a los mafiosos.

Misteriosas reuniones con mafiosos y terroristas

Por otro lado, el hermano del presidente, Juan Fernando Petro, fue el protagonista del llamado Pacto de la Picota, que es la cárcel de Bogotá donde están los más peligrosos narcotraficantes. Este personaje, en compañía del mencionado Nicolás, y del comisionado de paz, Danilo Rueda, estuvieron reunidos en varias cárceles con mafiosos y terroristas para negociar con ellos la no extradición a los EEUU, que algunos fueran nombrados “gestores de paz” y que en esa condición fueran indultados y excarcelados, a cambio de grandes sumas de dinero.

Todo indica que la familia Petro es especialista en recibir dinero sucio en bolsas de plástico, tal como fue grabado el presidente hace algunos años. Pero también es experta en evadir la acción de la justicia, de tal forma que estos delitos no generen ninguna investigación judicial.

Es evidente que en esas reuniones con mafiosos y terroristas ha circulado mucho dinero. Y además se han negociado importantes puestos públicos y contratos con el Gobierno “de los nadies”. Lo cual quiere decir que si antes de Petro había corrupción, y la había por montones, ahora hay muchísimo más, como corresponde a los gobiernos de extrema izquierda latinoamericana, que son los grandes maestros de las prácticas corruptas.

Guerrilleros secuestran 79 policías

Al mismo tiempo que se desataba este escándalo, un grupo guerrillero que se presenta como una “guardia indígena”, dirigido por un terrorista venezolano, decidió dinamitar las instalaciones de una petrolera china en San Vicente del Caguán (Caquetá). Obedeciendo las directrices del ministro de Defensa, Iván Velázquez, que es enemigo de la Policía y del Ejército, fue enviado al lugar un contingente desarmado del ESMAD (Escuadrón Anti Disturbios de la Policía) para controlar el ataque.

Como es apenas obvio, todo terminó en tragedia. Los guerrilleros secuestraron a los 79 policías del ESMAD, asesinaron a uno de ellos a machetazos y también a otro campesino. Mientras esto acontecía, el ministro del Interior, Alfonso Prada, se deshacía en elogios hacia esa “guardia indígenas”, que también denominó “guardia campesina”, diciendo que eran “organizaciones maravillosas” y un ejemplo a imitar, y que además el denunciado secuestro no era sino un “cerco humanitario”. Y el presidente Petro salió a decir que los secuestrados apenas estaban “retenidos”, y que los secuestradores eran unos “retenedores”, siguiendo la retórica marxista de no llamar las cosas por su nombre, para crear confusión y engaño.

Como parte del mismo libreto de destrucción premeditada de todas las instituciones, el ministro de Defensa afirmó que matar policías y soldados no es razón suficiente para suspender el proceso de “paz total”. Pero, peor aún, las operaciones militares en contra de los grupos narcoterroristas y guerrilleros han sido suspendidas, porque la meta anunciada por el Gobierno es legalizar los cultivos y la producción de coca.

Destituidos tres ministros

Simultáneamente, durante la semana pasada fueron destituidos tres ministros en forma fulminante, de lo cual ellos se enteraron por los medios de comunicación. El presidente no tuvo la gallardía de avisarles previamente, y en forma despótica y poco elegante los apartó de sus cargos, para mostrar una vez más que la patanería es ahora habitual en la casa presidencial.

Una de las víctimas del remezón fue Alejandro Gaviria, quien ocupaba el ministerio de Educación, a quien así le pagaron su deshonrosa desmovilización hacia el petrismo. Había sido ministro de Salud durante el gobierno de Santos, y ahora el presidente y la actual ministra del ramo lo acusan de haber diseñado uno de los peores sistemas de salud del mundo. Lo cual evidentemente es falso, pues el objetivo del Gobierno es desmantelar el excelente sistema de salud que tenemos, para imponer el sistema cubano, que nada tiene que ver con la salud, pues es ejercido por enfermeros, brujos y curanderos. Es más bien un sistema de espionaje y de control político de la población.

El asunto es que los tres ministros dejaron sus cargos el mismo día y el presidente ni los atendió por teléfono para explicar lo sucedido, mientras nombraba sus reemplazos, todos ellos en el nivel más absoluto de incompetencia y falta de preparación. O sea, tres nuevos protagonistas de la Torre de Babel en que se ha convertido este gobierno, conformado por personas que no tienen la menor idea de las responsabilidades a su cargo.

Además del caos ya relatado, Petro se enfrentó vía twitter con el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, acusándolo de crear campos de concentración, cuando lo que ha hecho es encerrar en la cárcel a los delincuentes y terroristas, como debe ser. También hubo cuatro masacres, lo cual ya es habitual, aunque proclama que hará de Colombia “una potencia mundial de la vida”.

¡Todo esto debería alarmar a Colombia! Pero la mayoría sigue pensando que esto acontece en otro mundo, muy lejos del nuestro.