Los funerales Del papa benedicto XVI y la crisis de la iglesia
Eugenio Trujillo Villegas
¡Ha muerto el papa Benedicto XVI! Su renuncia al pontificado en el año 2013 fue una decisión inusual y extraordinaria, pero legítima, que hacía 600 años no se presentaba. Unos dicen que fue por presiones de los demoledores de la Iglesia, que veían en él un obstáculo a las reformas que ahora se están haciendo. Otros, que ya no tenía fuerzas para gobernar la Iglesia. Y no faltan las teorías de conspiración que abundan en esta época.
Todo lo relacionado con él desde su renuncia ha sido un misterio, pero la historia se encargará de esclarecer la verdad sobre las razones que lo llevaron a renunciar al trono de San Pedro. Sin duda, su vida como papa emérito no dejó de tener aspectos confusos e incomprensibles para muchos católicos.
Los funerales de Benedicto XVI fueron organizados por el papa Francisco y su séquito de cardenales de la curia romana. Estuvo lleno de simbolismos y crea graves interrogantes sobre el futuro de la Iglesia, pues los dos pontífices representan posiciones muy diferentes frente a la actual crisis de auto-demolición. Benedicto quiso enfrentar el tsunami de errores que se han multiplicado en las últimas décadas y que han descristianizado por completo a Occidente, pero no lo consiguió como prefecto del Santo Oficio, ni después como papa. En cambio, Francisco contemporiza con ellos, y a veces los defiende a capa y espada, queriendo imponerlos al mundo católico.
Unos funerales sin esplendor
El funeral de Benedicto no fue el de un jefe de Estado. Las banderas del Vaticano no fueron izadas a media asta en señal de duelo y tampoco se declaró luto oficial, como lo establece el protocolo y como corresponde al funeral de quien fue un papa reinante, aunque ya no lo era.
Solo fueron invitados los jefes de Estado de Alemania y de Italia, pero no el cuerpo diplomático acreditado en el Vaticano. Con sorpresa, algunos jefes de Estado anunciaron su deseo de asistir, al igual que muchos embajadores, por lo cual a última hora les fueron asignados lugares de honra que no habían sido previstos. A los diplomáticos se les recomendó no usar sus trajes de gala, que inclusive se utilizan en el funeral de cualquier cardenal de la curia.
Causó sorpresa que el coche fúnebre que trasladó sus restos mortales desde el Monasterio Mater Ecclesiae hasta la Basílica de San Pedro, era un vehículo utilitario y no una limusina. El cortejo iba presidido por su secretario privado, Mons. Georg Ganswein, y no lo acompañó ninguno de los cardenales de la curia. Mientras se realizaban los diversos eventos del funeral, el papa Francisco continuó su agenda normal desde sus aposentos en Santa Marta.
Los funcionarios religiosos y laicos del Vaticano fueron advertidos que no tendrían el día libre para asistir al funeral. Ante su inconformismo, después se les concedió permiso desde las horas de la mañana hasta las 13:00 horas para que pudieran asistir. Terminada la misa exequial, el papa Francisco tomó la decisión de retirarse para no asistir al traslado de los restos mortales hasta su tumba. Sin embargo, algunos colaboradores le advirtieron sobre este desaire, ante lo cual hizo una última oración en el atrio de San Pedro, pero no lo acompañó hasta la sepultura.
Fue enterrado un modelo de servidor de la Iglesia
¡Todo esto parece impensable! Con la muerte de Benedicto XVI quedó enterrado también un modelo de dignatario eclesiástico que está desapareciendo durante este pontificado. Se trata del prelado piadoso e inteligente, estudioso de los más importantes asuntos de teología, filosofía, doctrina e historia de la Iglesia.
Ese tipo de religioso no goza de las simpatías de Francisco. Él promueve a los que luchan por las causas sociales, a los amigos del socialismo y a los que proponen una insana convergencia con los protestantes y otras religiones. Ahora se considera que defender la ortodoxia católica es una causa anticuada, puesto que la Iglesia está siendo transformada en una especie de ONG laica y temporal, como si fuera otra ONU.
La situación de la Iglesia está muy bien descrita en un artículo del cardenal australiano George Pell, publicado en el diario The Spectator, al día siguiente de su sorpresivo fallecimiento el pasado 11 de enero. En él plantea los grandes interrogantes de la Iglesia frente al Concilio de la Sinodalidad, convocado por Francisco para octubre de este año 2023, en el cual se debatirá el cambio de la estructura de la Iglesia para darle paso al más avanzado modernismo. El título del artículo resume la opinión del cardenal Pell sobre la sinodalidad: “La Iglesia Católica debe liberarse de esta “pesadilla tóxica”.
La sinodalidad es una “pesadilla tóxica”
Dentro de las propuestas que se van a debatir en el Sínodo, está la ordenación sacerdotal de mujeres y la consagración de obispos mujeres. Además, el matrimonio para sacerdotes y obispos, el aborto, el divorcio, la poligamia y la aceptación de las relaciones homosexuales, inclusive en el clero.
Todas estas reformas están siendo promovidas por la Conferencia Episcopal Alemana, que desde hace años está en abierta y radical disputa con Roma, con el apoyo de muchos obispos y cardenales “progresistas”.
La realidad es que esas transformaciones, si llegan a ser aprobadas, precipitarán a la Iglesia en uno de los mayores cismas de la historia. Los católicos quedarán a la deriva si la Iglesia abandona sus principios fundamentales, su misión profética y divina, y se entrega con entusiasmo a los errores doctrinarios de nuestra época. En vez de enfrentarlos con la verdad, como lo hizo a lo largo de dos mil años, pretende incorporarlos a su doctrina.
Se está gestando sin duda una de las más grandes crisis de la historia de la Iglesia Católica, en cuyos inicios tuvo un papel fundamental el Concilio Vaticano II. La magnitud de los cambios que se anuncian tendrá consecuencias casi apocalípticas, que se manifestarán hasta en los más remotos rincones de la tierra. Una de ellas es que el comunismo y el marxismo cultural ya están plenamente identificados con esta “nueva iglesia”, que se empeña en resucitar todas las herejías, para destruir lo que aún queda de la verdadera Iglesia de Nuestro Señor Jesucristo.
Sin embargo, los destructores de la Iglesia parecen ignorar la promesa hecha por Nuestro Señor, que se cumplirá al pie de la letra:
“Y yo te digo que tú eres Pedro, y que sobre esta piedra edificaré mi Iglesia; y las puertas del inferno no prevalecerán contra ella”
– Mateo, 16, 18-19
Esa esperanza y esa certeza acompañarán siempre a los católicos, aun en los momentos más difíciles de esta noche horrible de la Cristiandad.