En el año 1917, a día 13 de julio, los tres pastorcitos portugueses con nombres de pila Francisco, Jacinta y Lucía fueron testigos de una nueva aparición de Nuestra Señora de Fátima. En la misma, que tuvo lugar en la cueva de Iria-Fátima, recibieron un aviso revelado en el año 2000 por San Juan Pablo II, con el siguiente mensaje:
Cuando veáis una noche iluminada por una luz desconocida, sabed que es la gran señal que Dios os da de que va a castigar al mundo por sus crímenes, por medio de la guerra, del hambre y de las persecuciones a la Iglesia y al Santo Padre. Para impedirla, vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón y la Comunión reparadora de los Primeros Sábados. Si se atienden mis deseos, Rusia se convertirá y habrá paz; si no, esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones a la Iglesia. Los buenos serán martirizados y el Santo Padre tendrá mucho que sufrir; varias naciones serán aniquiladas. Por fin mi Inmaculado Corazón triunfará.
1917 fue el año del asalto del Palacio de Invierno en San Petersburgo, el cual dio lugar a la consolidación de la Unión Soviética, la primera aplicación político-económica del contenido de la obra El Capital de Karl Marx (tercera fase revolucionaria de acuerdo con el análisis cronológico-secuencial de Plinio Correa de Oliveira).
Con lo cual, es evidente la clara relación con Rusia que tiene este mensaje. De hecho, la mentalidad soviética no se ha esfumado en las esferas de poder unipersonales del Kremlin moscovita. Incluso cabe advertir de que, según The Heritage Foundation, hablamos de una economía bastante restringida, de las menos libres del continente europeo.